En el Viernes Santo, la liturgia de la Iglesia no prevé la celebración de la santa misa, pero
la asamblea cristiana se reúne para meditar en el gran misterio del mal y del pecado que
oprimen a la humanidad, para recordar, a la luz de la Palabra de Dios y con la ayuda de
la liturgia, los sufrimientos del Señor que expían este mal.