Madre Mazzarello, ¿Qué hora es? Es hora de amar al Señor

Oren en todo tiempo según les inspire el Espíritu”. (Efesios 6,18-20)  

Llevamos en el corazón la pequeña casa de María Mazzarello, con la ventana de la Valponasca, y el taller de Mornés, y desde allí se hace la experiencia de un Dios que ama y que amó con predilección en el cotidiano.

Ir al pozo a sacar agua del “Manantial de la oración” es el secreto de la relación de Madre Mazzarello con su gran amor. Un solo Amor: Jesús, la Virgen, las niñas y jóvenes de Mornés.

Dice la Palabra de Dios en Efesios 6,18:

Siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos.

A veces parece que todo se derrumba, que la vida vivida hasta ahora ha sido vana. Y en estas situaciones aparentemente sin escapatoria hay una única salida: el grito, la oración de súplica confiada: «¡Señor, ayúdame!». La oración abre destellos de luz en la más densa oscuridad. «¡Señor, ayúdame!». Esto abre el camino, abre la senda. (PAPA FRANCISCO, Audiencia General, Miércoles, 9 de diciembre de 2020)

En María Mazzarello encontramos que la oración de súplica y el unirse a Dios es parte de su cotidiano, ella era campesina que cultivaba viñedos en donde las manos se mueven sin parar… De cuando en cuando, la azada se detiene un instante; los hombres piensan que descansa, pero ella junta las manos, mira hacia la iglesia, que se alza a la otra parte del valle, y sus labios musitan una oración, un acto de amor, una súplica por los agonizantes, una invocación a la Reina de todos los dolores, o un ofrecimiento del trabajo unido a los sufrimientos de Jesús y de María, por la conversión de los pecadores, por la paz de la Iglesia…María Mazzarello súplica e intercede, pide con fe, por todos los que necesitan y se detiene en medio de su trabajo para unirse a Dios.

No hay que tener vergüenza de rezar y de decir: “Señor, necesito esto”, “Señor, estoy en esta dificultad”, “¡Ayúdame!”. Es el grito del corazón hacia Dios que es Padre. Y tenemos que aprender a hacerlo también en los tiempos felices; dar gracias a Dios por cada cosa que se nos da, y no dar nada por descontado o debido: todo es gracia. El Señor siempre nos da, siempre, y todo es gracia, todo. La gracia de Dios. Sin embargo, no reprimamos la súplica que surge espontánea en nosotros.

Suplicar es de las almas que se reconocen necesitadas de Dios, que confían en Él, no te canses de implorar al Señor, te invitamos a que como el salmista repitamos constantemente pequeñas frases con fe durante tu jornada. 

Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. (Salmo 85)

Dice la Palabra de Dios en San Mateo 7, 7-12:

“Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; toquen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que toca se le abre.

El Catecismo escribe: «Interceder, pedir en favor de otro es […] lo propio de un corazón conforme a la misericordia de Dios» (# 2635). Esto es muy bonito. Cuando rezamos estamos en sintonía con la misericordia de Dios: misericordia en relación con nuestros pecados —que es misericordioso con nosotros—, pero también misericordia hacia todos aquellos que han pedido rezar por ellos, por los cuales queremos rezar en sintonía con el corazón de Dios. Esta es la verdadera oración. En sintonía con la misericordia de Dios, ese corazón misericordioso. (PAPA FRANCISCO, AUDIENCIA GENERAL Miércoles, 16 de diciembre de 2020)

¡Oración y trabajo! Una oración que no se interrumpe nunca, porque, mientras las manos están en el trabajo, el corazón late sólo por Dios. Un trabajo que es oración porque, mientras los brazos se ocupan activamente para ganar el escaso pan cotidiano, el espíritu, fijo en Dios, repite amorosamente:

Por Ti, Señor; todo por Ti y por las almas que son el fruto de tu Sangre divina.

María Mazzarello las precede a todas en la piedad y en el trabajo; con su carácter vivo, amable y jovial, tiene alegres a las compañeras aun cuando, después de haber trabajado todo el día, no tienen para comer más que un poco de polenta. Las precede a todas alegremente en la práctica de la virtud y, animadas por su ejemplo, las compañeras realizan con alegría los más dolorosos sacrificios.

Madre Mazzarello te invita a mantenerte en oración, en unión con Dios, intercediendo y suplicando por nuestro mundo que tanto lo necesita. 

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