Corona de adviento 2024

“Peregrinos hacia Belén”

Introducción

Este Adviento, nos sumergimos en la pequeñez del Niño Dios, en su nacer y vivir en la esencialidad, Él se regala a sí mismo,  y se encarna por el infinito amor que nos tiene, inundando nuestras vidas de esperanza y alegría. 

La corona de Adviento que presentamos este año 2024, simboliza la preparación a experimentar esa cercanía en la presencia del Niño Dios y el testimonio de la Sagrada Familia, aprender como ellos a ver lo que verdaderamente importa, lo que es esencial, en medio de la noche de Belén. Este adviento también nos introduce al año Jubilar, y a la apertura de la puerta santa el 24 de diciembre de 2024, este es un tiempo de Gracia y bendición al que nos preparamos de la mano del Niño Dios. 

Cada semana, en armonía con las velas de nuestra corona de Adviento, nos comprometemos a vivir en esencialidad este tiempo. 

Para bendecir la corona

(al inicio del Adviento únicamente)

Oración

 (Quien preside la celebración)

Señor Dios, bendice con tu poder esta corona de Adviento que simboliza la esencialidad del amor encarnado. Al encenderla, despierte en nosotros el deseo de vivir como Jesús, dispuestos a acoger al otro desde nuestro cotidiano. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.

(donde es posible rociar agua bendita en la corona) 

Que la bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre esta corona y sobre todos los que con ella queremos preparar la venida de Jesús. Infunde, Señor, tu Gracia en nuestros corazones y derrama tu bendición sobre esta corona de Adviento. Humildemente ofrecemos ramas y cirios, reconociendo la venida de Tu Hijo, que es Luz, Vida y Salvación para el mundo. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

1° SEMANA DE ADVIENTO

El Amor Encarnado es ESENCIAL: 

El niño Dios está en tu familia…acógelo

Guía 1: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

El niño Dios está en tu familia, ¿Qué tan fácil es para ti verlo? 

(momento de silencio)

Guía 2: El Amor Encarnado, es el amor divino que se manifiesta de manera tangible en la figura del niño Dios, que llega para habitar en medio de nosotros. 

1- Nos dejamos iluminar

Lector: Lectura de la primera carta a los Tesalonicenses 3, 12-13

Que el Señor los haga crecer más y más en el amor que se tienen unos a otros y en el amor para con todos, imitando el amor que sentimos por ustedes. Que él los fortalezca interiormente para que sean santos e irreprochables delante de Dios, nuestro Padre, el día que venga Jesús, nuestro Señor, con todos sus santos. Palabra del Señor.

(Breve pausa de silencio para meditar)

Un momento para reflexionar

Al considerar que el Niño Jesús está presente en nuestra familia, se nos invita a acogerlo con corazones abiertos. Este acto de acogerlo es esencial y va más allá de un gesto simbólico; implica reconocer la presencia de lo divino en lo cotidiano, en las alegrías y desafíos de la vida familiar.

En medio de nuestras ocupaciones diarias y responsabilidades, recordar que el Amor Encarnado está en nuestra familia nos llama a tratar a nuestros seres queridos con amor, compasión y paciencia. La presencia del Niño Dios en nuestro hogar nos inspira a construir relaciones basadas en el respeto, la comprensión y la solidaridad.

2- Un gesto de entrega

Acoger a Dios Niño en la familia es tan significativo porque es realizar el ejercicio de ver al hermano, hermana, papá, mamá, abuelo, abuela, tíos, primos, etc. como ese pequeño Niño que necesita un abrazo cálido de amor. Elige a un miembro de tu familia y regálale junto a un abrazo, una vela que represente la luz que eres y serás para tu familia.

3- Encendamos una vela

El que preside enciende la primera vela de la Corona color morado. 

Oración Final (quien preside la celebración) 

En esta primera vela que encendemos, Dios de amor, te agradecemos por la bendición de la familia,(comunidad) donde experimentamos tu amor encarnado a través de la comprensión, la paciencia y el apoyo mutuo. Que nuestras acciones reflejen el don divino de amarnos unos a otros como Tú nos amas y que aprendamos en cada momento a vivir con esencialidad descubriendo lo verdaderamente importante. Amén.

Guía 1: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro…  

Guía 2: Ven, Señor, haz que te descubramos en la familia y con pequeños gestos de amor te acojamos. 

Todos: Amén

2° SEMANA DE ADVIENTO

El Tiempo de la ESPERANZA:

El niño Dios está en la gente que te encuentras…acógelo 

Guía 1: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

El Niño Dios está en el cotidiano de tu vida, en cada parte de tu camino ¿Recuerdas el rostro de la última persona con la que te cruzaste? ¿Qué reflejaba? 

(momento de silencio)

Guía 2: Estamos tan acostumbrados a correr en medio de las prisas de la temporada que nos queda poco o nada de tiempo para detenernos a descubrir ¿qué es lo que realmente importa? al ver el misterio del Niño que nace en Belén, detengámonos por unos segundos a observar la mirada del otro, su rostro cansado, triste, desanimado, o descubramos los rostros llenos de gozo, serenidad y paz, y agradezcamos por ellos.

1- Nos dejamos iluminar

Lector: Lectura del Apóstol San Pablo a los Filipenses 1, 3-4, 8-11 

Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes, es decir, en mis oraciones por todos ustedes a cada instante. Y lo hago con alegría, Bien sabe Dios que la ternura de Cristo Jesús no me permite olvidarlos. Pido que el amor crezca en ustedes junto con el conocimiento y la lucidez. Quisiera que saquen provecho de cada cosa y cada circunstancia, para que lleguen puros e irreprochables al día de Cristo, habiendo hecho madurar, gracias a Cristo Jesús, el fruto de la santidad. Esto será para gloria de Dios, y un honor para mí. Palabra del Señor.

(Breve pausa de silencio para meditar)

Un momento para reflexionar

El adviento es tiempo de esperanza, que no es simplemente esperar pasivamente, sino una disposición activa y confiada en el Señor. Retomemos las palabras de San Pablo: «Estoy seguro de que aquel que comenzó en ustedes la buena obra la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús» (Filipenses 1,6). Aquí, la esperanza se revela como una colaboración con la obra de Dios en nosotros, implica confianza en que Dios está trabajando en nuestras vidas, incluso cuando los frutos no son evidentes de inmediato, incluso cuando no nos entendemos ni entendemos las actitudes de los demás.

Dios está obrando en cada uno de nosotros, moldeándonos y perfeccionándonos a su imagen. A veces, este proceso puede parecer lento, pero la esperanza nos recuerda que estamos en las manos amorosas del Creador. La paciencia está intrínsecamente ligada al amor y al entendimiento, ya que aprender a esperar implica aprender a amar y entender a los demás en sus procesos y tiempos. Sus gestos, sus palabras y sus acciones responden a sus historias, muchas veces llenas de dolor, necesitamos esperar con paciencia y comprender con amor para poder acoger al Niño Dios presente en nuestras vidas.

2- Un gesto de entrega

Acoge a Jesús presente en cada persona que pasa por tu vida. Por tres días observa los rostros de las personas que se encuentran contigo. Descubre lo esencial de ellas ¿cómo reflejan la imagen de Dios?, El Niño Dios está en ellos ¿necesita una sonrisa? Sonríe a quien te encuentres en tu camino. No esperes respuesta, sólo sonríe.

3- Encendamos una vela

El que preside enciende la segunda vela de la Corona color morado. 

Oración Final (quien preside la celebración) 

Encendemos Señor estas dos velas, en ellas colocamos nuestro propósito de acogerte en las personas con las que nos encontramos a diario con la amabilidad de una sonrisa, con un amor esencial. Ayúdanos para descubrirte en esos rostros llenos de dolor, disfrazados de tristeza, de enojo y de incomprensión. Que cada uno de nosotros, Señor, te abrace con su vida para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!.

Guía 1: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro…  

Guía 2: Ven, Señor, haz que te descubramos en la presencia de los que están a nuestro paso, tu llegada y sepamos acogerte con gestos sinceros de amor. 

Todos: Amén

3° SEMANA DE ADVIENTO: “Domingo de Gaudete”

Alegría de lo Esencial: 

El niño Dios está en tu trabajo de cada día…acógelo

 

Guía 1: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

El Niño Dios está en el cotidiano de tu trabajo ¿lo has notado? 

(momento de silencio)

Guía 2: Por un momento cierra tus ojos, trae a tu mente a cada persona que comparte el trabajo o estudio contigo. Piensa en cada uno de los que están más cerca, ¿cómo es el Niño Dios que habita en ellos? ¿Qué necesita?

1- Nos dejamos iluminar

Lector: Lectura del libro del Apóstol San Pablo a los Filipenses 4, 4-7

Estén siempre alegres en el Señor; se lo repito, estén alegres y den a todos muestras de un espíritu muy abierto. El Señor está cerca. No se inquieten por nada; antes bien, en toda ocasión presenten sus peticiones a Dios y junten la acción de gracias a la súplica. Y la paz de Dios, que es mayor de lo que se puede imaginar, les guardará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús. Palabra del Señor. 

(Breve pausa de silencio para meditar)

Un momento para reflexionar

En nuestra vida, desde el cotidiano, a menudo buscamos la alegría en las cosas complejas, en las metas ambiciosas, o en la búsqueda constante de lo extraordinario. Sin embargo, San Pablo nos recuerda que la fuente genuina de alegría está en Jesús, y podemos encontrarla en las pequeñas cosas de la vida cotidiana, en las cosas que son esenciales.

La alegría de lo sencillo radica en nuestra capacidad para reconocer y agradecer por todo lo que forma parte de nuestro cotidiano: un nuevo día, la presencia de seres queridos, la naturaleza que nos rodea, y los pequeños logros diarios que tenemos y que a menudo pasan desapercibidos. Esta alegría sencilla es un regalo de Dios que se nos ofrece constantemente.

2- Un gesto de entrega

Acoge a Jesús presente en una persona de tu trabajo o estudio. Piensa qué necesita para que la alegría de lo esencial llegue a su vida. Realiza una tarjeta de gratitud por su presencia en tu vida y entrégasela. 

3- Encendamos una vela

El que preside enciende la tercera vela de la Corona color rosado. 

Oración Final (quien preside la celebración) 

Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta tercera semana de Adviento queremos descubrirte en la alegría de lo esencial, abrir nuestro corazón para acogerte, tierno y frágil. Muchas dificultades con nuestros hermanos nos envuelven y se nos hace difícil verte en ellos, pero hoy nos damos cuenta de que ahí donde es difícil tratar estás tú como un niño, esperando un abrazo, esperando amor. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. 

Guía 1: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro…  

Guía 2: Ven, Señor, haz que te descubramos en el otro, en nuestro trabajo y descubramos la alegría de lo sencillo. Todos: Amén

4° SEMANA DE ADVIENTO

El Regalo de la Presencia:

¡Un Niño nos ha nacido!

Guía 1: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo

El Niño Dios nos visita, descúbrelo en el amor hacia ti mismo ¿qué gestos de atención y amor haces por ti? ¿Predomina la autocrítica o la misericordia contigo mismo?

(momento de silencio)

Guía 2: Reconocer la presencia de Dios Niño que te acompaña es ver también a tu niño interior necesitado muchas veces de cariño y protección. Por un momento cierra tus ojos y piensa, ¿Qué necesita mi niño interior de mi?

1- Nos dejamos iluminar

Lector: Lectura del Santo Evangelio según San Lucas 1,39-45

Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!» Palabra del Señor.

(Breve pausa de silencio para meditar)

Un momento para reflexionar

Observemos cómo María, llena del Espíritu Santo, irradia con humildad y amor, al ser consciente de la presencia del Salvador en su vientre. Al visitar a Isabel, ella no sólo comparte la alegría de la maternidad sino también la presencia del amor encarnado que lleva consigo. 

En nuestra vida, a menudo llevamos en nuestro interior un niño espiritual, una parte de nosotros que anhela amor, comprensión y aceptación. La actitud de María nos invita a reflexionar sobre cómo tratamos a nuestro propio niño interior y al de los demás. Al igual que María reconoció la magnitud de la divinidad que llevaba consigo, recordemos que dentro de nosotros reside la luz divina, el amor encarnado que merece ser nutrido y respetado.

Al encontrarnos con otros, especialmente en el seno de nuestras familias, recordemos la importancia de reconocer y honrar al niño interior en cada uno. La aceptación amorosa de nuestros límites y la disposición a comprender cómo Dios Niño nace cada día en nuestra propia vida, por lo que se vuelve un don.

2- Un gesto de entrega

No es posible abrazar al Niño Dios que nace y viene a habitarnos si dañamos constantemente a nuestro niño interior cuando ponemos en práctica la autocrítica. Reflexiona un poco en el amor que manifiestas a tu niño interior y escríbele una nota de amor, deja que el Niño Dios tenga un espacio de encuentro con él. En los días siguientes hasta la navidad, hablate con cariño y verdad.

3- Encendamos una vela

El que preside enciende la cuarta vela de la Corona color morado. 

Oración Final (quien preside la celebración) 

Una vela más encendemos Señor, pero no es cualquier vela, que la luz que encendemos hoy nos inspire a mirar hacia adentro, a abrazar con amor nuestro niño interior y a extender ese amor a quienes nos rodean, reconociendo en cada encuentro la presencia del amor encarnado que transforma y redime. Contemplando y acogiendo al Niño Dios que nace y que quiere hacer morada en nuestro corazón. Amén.

Guía 1: Unidos en una sola voz digamos: Padre Nuestro…  

Guía 2: Ven, Señor, quédate en el pesebre de nuestra vida, acompáñanos en esta navidad. Todos: Amén

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