¿Quién podría haber inventado un signo de amor más grande? EPIFANÍA significa "Manifestación de amor puro".
"Se pusieron en camino" (Mt 2,9)
cuenta el evangelista, lanzándose con coraje por caminos desconocidos y emprendiendo un largo viaje nada fácil. No dudaron en dejar todo para seguir la estrella que habían visto salir en el Oriente (cfr. Mt 2,2).
"Y la estrella ... iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño" (Mt 2,9)
Los Reyes Magos llegaron a Belén porque se dejaron guiar dócilmente por la estrella. Más aún, «al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10).
Es importante…aprender a escrutar los signos con los que Dios nos llama y nos guía. Cuando se es consciente de ser guiado por Él, el corazón experimenta una auténtica y profunda alegría acompañada de un vivo deseo de encontrarlo y de un esfuerzo perseverante de seguirlo dócilmente.
"Entraron en la casa, vieron al niño con María su madre" (Mt 2,11).
Nada de extraordinario a simple vista. Sin embargo, aquel Niño es diferente a los demás: es el Hijo primogénito de Dios que se despojó de su gloria (cfr. Fil 2,7) y vino a la tierra para morir en la Cruz. Descendió entre nosotros y se hizo pobre para revelarnos la gloria divina que contemplaremos plenamente en el Cielo, nuestra patria celestial.
Los Reyes Magos encontraron a Jesús en "Bêt-lehem", que significa "casa del pan".
En la humilde cueva de Belén yace, sobre un poco de paja, el «grano de trigo» que muriendo dará «mucho fruto» (cfr. Jn 12,24). Para hablar de sí mismo y de su misión salvífica, Jesús, en el curso de su vida pública, recurrirá a la imagen del pan. Dirá: «Yo soy el pan de vida», «Yo soy el pan que bajó del cielo», «El pan que yo le daré es mi carne, vida del mundo» (Jn 6,35.41.51).
Recorriendo con fe el itinerario del Redentor desde la pobreza del Pesebre hasta el abandono de la Cruz, comprendemos mejor el misterio de su amor que redime a la humanidad. El Niño, colocado suavemente en el pesebre por María, es el Hombre-Dios que veremos clavado en la Cruz. El mismo Redentor está presente en el sacramento de la Eucaristía.
En el establo de Belén se dejó adorar, bajo la pobre apariencia de un neonato, por María, José y los pastores; en la Hostia consagrada lo adoramos sacramentalmente presente en cuerpo, sangre, alma y divinidad, y Él se ofrece a nosotros como alimento de vida eterna.
La santa Misa se convierte ahora en un verdadero encuentro de amor con Aquel que se nos ha dado enteramente. No dudemos, en responderle cuando se nos invita «al banquete de bodas del Cordero» (cfr. Ap 19,9). Escuchemoslo, preparándonos adecuadamente y acercándonos al Sacramento del Altar.
"Y postrándose le adoraron" (Mt 2,11)
Si en el Niño que María estrecha entre sus brazos los Reyes Magos reconocen y adoran al esperado de las gentes anunciado por los profetas, nosotros podemos adorarlo hoy en la Eucaristía y reconocerlo como nuestro Creador, único Señor y Salvador.
"Abrieron sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra" (Mt 2,11)
Los dones que los Reyes Magos ofrecen al Mesías simbolizan la verdadera adoración. Por medio del oro subrayan la divinidad real; con el incienso lo reconocen como sacerdote de la nueva Alianza; al ofrecerle la mirra celebran al profeta que derramará la propia sangre para reconciliar la humanidad con el Padre.
Ofrezcamos también al Señor el oro de nuestra existencia, o sea la libertad de seguirlo por amor respondiendo fielmente a su llamada;
elevemos hacia Él el incienso de nuestra oración ardiente, para alabanza de su gloria;
ofrezcamos la mirra, es decir el afecto lleno de gratitud hacia Él, verdadero Hombre, que nos ha amado hasta morir como un malhechor en el Gólgota.
"Se retiraron a su país por otro camino" (Mt 2,12)
El Evangelio precisa que, después de haber encontrado a Cristo, los Reyes Magos regresaron a su país «por otro camino». Tal cambio de ruta puede simbolizar la conversión a la que están llamados los que encuentran a Jesús para convertirse en los verdaderos adoradores que Él desea (cfr. Jn 4,23-24).
Esto conlleva la imitación de su modo de actuar transformándose, como escribe el apóstol Pablo, en una «hostia viva, santa, grata a Dios». Añade después el apóstol de no conformarse a la mentalidad de este siglo, sino de transformarse por la renovación de la mente, «para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, buena, grata y perfecta» (cfr. Rom 12,1-2).
Los Reyes Magos, buscaron la verdad apasionadamente. No dudaron en poner sus capacidades intelectuales al servicio de la fe, testimoniando así que la fe y la razón están ligadas y se atraen recíprocamente.
Que María, «mujer eucarística» y Madre de la Sabiduría, nos ayude en nuestro caminar, ilumine nuestras decisiones y nos enseñe a amar lo que es verdadero, bueno y bello. Que Ella nos conduzca a su Hijo, el único que puede satisfacer las esperanzas más íntimas de la inteligencia y del corazón de la persona. (Cfr. Mensaje del Santo Padre Juan Pablo II para La XX Jornada Mundial de la Juventud «Hemos venido a adorarle» (Mt 2,2) Castel Gandolfo, 6 de agosto de 2004)