¿Y si dejarte lavar los pies fuera el acto más valiente de tu vida?

Ora: Iniciemos este día en nombre del Señor

Señor Jesús, en este Jueves Santo me acerco a Ti con el corazón desnudo y los pies polvorientos. 

Me cuesta entender cómo Tú, siendo Dios, te arrodillas ante mí… pero hoy quiero dejarme lavar. 

Quiero entregarte mi orgullo, mis miedos y esa necesidad de aparentar  y controlar que todo está bien. 

Enséñame que amar hasta el extremo empieza ahí: donde me dejo amar con humildad, sin condiciones ni defensas.

Hoy, quiero Adorarte en la Eucaristía y servirte en mis hermanos. 

Velar contigo, sin huir y abandonarte.

Ayúdame a enseñar con mi vida que el amor verdadero se arrodilla, se ensucia las manos, se entrega sin esperar. 

Que este día me recuerde que tu Gracia no llega por perfección, sino por humildad. 

Jesús, lávame Tú, y hazme capaz de lavar también los pies de los demás.

 Amén.

Lee: Caminemos con Jesús

Evangelio según San Juan

(Jn 13, 1-15)

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».

Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».

Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».

Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».

Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».

Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».

Palabra del Señor.

Medita: Contemplemos al caminar

Descubramos al caminar

Escucha: Caminemos al ritmo del Señor

Hoy, más que nunca,
es tiempo de volver con nuestra familia a Dios.

De enseñar a nuestros hijos a servir,
a amar sin máscaras,
a orar con el corazón limpio y humilde.

Déjate lavar. Déjate amar.
Jesús ya se arrodilló por ti.

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