CONMEMORACIÓN MARÍA AUXILIADORA 24 DE MARZO

María Auxiliadora, nuestro faro de esperanza

En el peregrinar de nuestra fe, encontramos en María Auxiliadora un modelo cercano a cada uno de nosotros y una fuente inagotable de esperanza. Ella, la Madre de Jesús y Auxiliadora nuestra, sigue caminando con nosotros, ofreciéndonos su luz y consuelo maternal en cada momento de nuestro día. Esta cercanía y confianza fueron profundamente vividas por Don Bosco, quien veía en María no solo un faro seguro que iluminaba su camino y el de su obra. 

María es modelo de esperanza por su propio camino de fe, tejido con alegrías y desafíos, pero siempre sostenido por su abandono y confianza en Dios. Desde su humilde y decidido «sí» en la Anunciación (Lc 1, 38), donde aceptó ser la Madre del Salvador, hasta ver su fe y fortaleza al pie de la cruz (Jn 19, 25-27), María nos enseña a que como ella mantengamos viva la esperanza en especial los más oscuros y difíciles que nos toca en nuestras vidas. Como se nos recuerda, Ella está presente en medio de la Iglesia peregrina como modelo de la esperanza que no defrauda (Rm 5, 5). 

 

Para Don Bosco, esta esperanza se concretaba especialmente en su título de Auxiliadora de los Cristianos, invocándola constantemente «sobre todo cuando la cristiandad corre peligro de muerte». Él mismo declaró en 1862: «la Virgen quiere que la honremos bajo el título de María Auxiliadora: los tiempos corren difíciles que tenemos necesidad de que la Virgen Santísima nos ayude a conservar y a defender la fe cristiana».

El Auxilio de María se le presentó a través de numerosas visiones, Ella estaba ahí como su guía y apoyo. En el primer sueño de Don Bosco, una «Mujer misteriosa» le indicó el método para trabajar con los jóvenes, no con castigos, sino con mansedumbre. Esta presencia constante y guía maternal le daban la certeza de no estar solo y de que su obra era querida por Dios y la Virgen. Incluso le aseguró: «No temas, yo te asistiré«. Se puede decir que Don Bosco ve que en todo tiempo, es conducido de la mano de María… En cada paso, en cada circunstancia, allí está la Señora».  

También Madre Mazzarello vivió esta misma confianza y dependencia de María Auxiliadora como un faro constante de esperanza. Ella contemplaba con «maravilla y confusión» los frutos de una obra que sentía guiada directamente por la Virgen, que era el naciente instituto de las Hijas de María Auxiliadora,  reconociendo su propia pequeñez ante la acción materna de María Santísima.

Madre Mazzarello inculcó en sus primeras hermanas una profunda confianza en la María, asegurándoles que «Ella les ayudará en todas sus cosas«. Esta convicción se tradujo en prácticas concretas, como la costumbre de dejar las llaves de la casa a los pies de la estatua de María Auxiliadora, reconociéndola como la «verdadera Superiora» del instituto. 

En la complejidad del mundo actual, María se presenta como un faro que guía nuestros pasos. Su vida, marcada por la custodia y meditación de la Palabra de Dios en su corazón (Lc 2, 19; Lc 2, 51), nos invita también a escuchar, discernir con sabiduría el camino del bien y a confiarnos en la providencia divina, buscando en todo momento la Gracia de Dios. Al igual que Isabel reconoció su fe con las palabras: «¡Dichosa tú que creíste, porque lo que te fue anunciado de parte del Señor se cumplirá!» (Lc 1, 45), nosotros también estamos llamados a creer y esperar en las promesas de Dios.

La confianza de Don Bosco en María era tal que atribuía a su intervención la fundación y el crecimiento de toda su obra, repitiendo con convicción: «Todo lo ha hecho Ella». Incluso la construcción del santuario dedicado a María Auxiliadora en Turín, Valdocco fue para él una expresión de gratitud y un signo de la gloria de María en el mundo. Madre Mazzarello, con su vida y su guía del instituto, fue un testimonio viviente de esta misma verdad: María Auxiliadora es un faro de esperanza constante para quienes confían en ella.

Por esto, no dudemos en levantar nuestra mirada hacia María Auxiliadora, Virgen de la Esperanza que camina a nuestro lado. Confiemos en su amor maternal y en su poderosa intercesión. En ella encontramos un refugio seguro y una fuente inagotable de esperanza que nos impulsa a seguir adelante con fe y alegría en nuestro camino hacia el encuentro definitivo con el Señor, quien es nuestra esperanza (1 Tm 1, 1). 

Recordemos siempre que nada es imposible para Dios (Lc 1, 37), y María, con su «sí» valiente, nos muestra el camino de la confianza. Como Don Bosco y Madre Mazzarello nos enseñaron, en María Auxiliadora tenemos a «la grande e ilustre defensora de la Iglesia» y a la «admirable Auxiliadora de los Cristianos», un verdadero faro de esperanza en nuestro caminar.

Gracias por ser mi Madre de esperanza y por que tu Auxilio me acompaña siempre con amor te digo: 

Oh María, Virgen poderosa,

grande e ilustre defensora de la Iglesia,

singular auxilio de los cristianos,

terrible como un ejército ordenado para la batalla,

Tú sola has triunfado de todas las herejías del mundo.

Oh Madre, en nuestras angustias,

en nuestras luchas, en nuestros apuros,

líbranos del enemigo y en la hora de la muerte

llévanos al cielo.

Amén

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