María, virgen orante
CONMEMORACIÓN MARÍA AUXILIADORA 24 DE JULIO 2024
¡Hoy es 24!
María orante. Esta es la escena que en este 24 de julio nos invita a contemplar, ver a María ante su hijo Jesús en oración. Esta es la actitud principal de María: la de ser una mujer orante.
María fue la primera discípula de Jesús, la que nos enseña a cada uno a orar, escuchar su palabra y ponerla en práctica así como lo hizo Ella con su Hijo.
Ponemos nuestra mirada en María, con sus brazos abiertos a Dios, que nos indican la disponibilidad y la apertura ante el mismo Dios.
– Escuchamos la escena:
Y cuando llegaron subieron a la estancia superior, donde vivían, Pedro, Juan, Santiago y Andrés; Felipe y Tomás; Bartolome y Mateo; Santiago de Alfeo, Simón el Zelotes y Judas de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús. (Hch 1, 13-14)
El Espíritu eternamente no hace otra cosa, en María y en nosotros, en Nazaret y en lo profundo de nuestro corazón, que encarnar la Palabra de Dios y hacerla volver al corazón.
Con la fuerza divina el Espíritu Santo no hace más que revestir de historia, de acciones, de carne, de fuego, la Palabra de Dios en cada creyente.
El ángel dice a María: el Espíritu vendrá y concebirás el Verbo de Dios (Lc 1,27).
Jesús dice a los discípulos: el Espíritu vendrá y llevará a vuestro corazón todas mis palabras (Jn 16,13).
El ángel continúa: el Espíritu vendrá y serás madre (Lc 1,35).
Jesús asegura a sus seguidores: el Espíritu vendrá y vosotros seréis mis testigos (Hechos 1,8).
Seréis madre, seréis testigos: la maternidad de los discípulos hacia Cristo es el testimonio.
Testimonio significa encarnar la historia de Cristo en mi propia historia, prolongando sus gestos, siendo el sonido de sus palabras. (Cfr. Ermes Ronchi, las casas de maria, paulina)
Santa María, mujer de la primera mirada, danos la gracia del asombro. El mundo nos ha robado nuestra capacidad de admirarnos. No hay éxtasis en los ojos.
Estamos cansados de buscar mucho, el alma está reseca como el lecho de un arroyo sin agua. Las profundas capas de asombro se han secado.
Víctimas del aburrimiento, llevamos una vida desprovista de admiración. Ante nuestros ojos sólo pasan cosas que ya hemos visto, como secuencias de una película repetidas varias veces. Se nos escapa el momento en que la primera uva se vuelve roja entre las hojas de la vid. Vivimos estaciones sin los primeros frutos de la cosecha. De hecho, ya sabemos qué sabor contiene cada fruta debajo de la corteza.
Tú que has experimentado las sorpresas de Dios, por favor devuélvenos el sabor de las experiencias salvadoras, y no nos escatimes la alegría de los encuentros decisivos que tienen sabor a «primera vez», sólo entonces gozaremos del don de la oración, del don del Espíritu de amor que nos permite admirar y reconocer su presencia en cada detalle de vida que a diario Él nos regala.
María Santa, mujer de la primera mirada, danos la gracia de la ternura, contemplación y de la oración. Tus párpados, en la noche de Belén, tocan con un cálido estremecimiento al Hijo de Dios puesto entre tus manos.
Tú que siempre has llevado la transparencia de Dios en tus ojos incontaminados, ayúdanos a que podamos experimentar toda la verdad de las palabras de Jesús: «La lámpara del cuerpo es el ojo; Por tanto, si tu ojo está limpio, todo tu cuerpo estará en la luz».
Santa María, mujer de la primera mirada, gracias porque, inclinada sobre ese Niño, nos representas a todos. Eres la primera criatura que ha contemplado la carne de Dios hecho hombre: y queremos mirar por la ventana de tus ojos para disfrutar entrar en profunda admiración y contemplación del misterio de amor que envuelve cada día, nuestra propia vida . Amén
Repite con mucha fe en un momento de tu jornada la oración de nuestra Madre:
Oh María, Virgen poderosa,
grande e ilustre defensora de la Iglesia,
singular auxilio de los cristianos,
terrible como un ejército ordenado para la batalla,
Tú sola has triunfado de todas las herejías del mundo.
Oh Madre, en nuestras angustias,
en nuestras luchas, en nuestros apuros,
líbranos del enemigo y en la hora de la muerte
llévanos al cielo.
Amén