Miércoles De Ceniza
He vivido tantas cuaresmas, hecho varios propósitos y no logro cambiar, ¿qué hago?
Seguramente el Señor nos respondería: ¡Hij@ mí@, que tu corazón no se turbe! Entiendo tu sentir, es común experimentar desánimo cuando sentimos que el esfuerzo no se refleja en un cambio tangible. Pero te digo, con la certeza que te da la fe, que cada Cuaresma vivida con sinceridad tiene un valor eterno, aunque no lo veas de inmediato.


Recordemos que…
… la Cuaresma no es una meta, sino un camino
No se trata de llegar a ser una persona «perfecta» al final de los cuarenta días, sino de emprender un proceso de conversión. Es un tiempo propicio para revisar el cotidiano y revestirlo de esperanza. Es tiempo de regresar a ser nosotros mismos.
Dios no se cansa de nosotros: Su misericordia es infinita y siempre está dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos. El simple hecho de cuestionar tu propio progreso ya es un signo de que el Espíritu Santo está obrando en ti. El cambio verdadero es un proceso lento y constante. No necesita de comparaciones con los demás ni que nos desesperemos si no logras ver resultados inmediatos.
Confía en que Dios está trabajando en ti, aunque no lo sientas. Dios siempre mira nuestro corazón y conoce nuestra verdadera intención. No estás solo en este camino. Recuerda que somos parte de una comunidad de fe. Busca la guía de un director espiritual.
Confía en Su amor y en Su misericordia, y déjate transformar por Su Gracia.
La Cuaresma es una oportunidad de oro, donde lo más simple puede volverse algo increíble, como dice Oseas, donde el desierto vuelve a ser «el lugar del primer amor», elijamos ver el desierto como un terreno fértil para la Esperanza
Algunos tips que también nos pueden servir en estos 40 pasos de Esperanza:

Pongamos atención a lo que dice Jesús.
No ignoremos las lecturas en misa. Reflexionemos sobre lo que leemos en la Biblia y echémosle una mano a quien lo necesite. Recordemos las palabras de Jesús: «Todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis» (Mt 25, 31-46).
Busquemos la Gracia de Dios: a través de la escucha asidua de la Palabra, que nos hará más dóciles y receptivos a su obra, pero sobre en la frecuencia de la reconciliación y la Eucaristía.


¡No nos desanimemos! Confiemos en que Dios siempre cumple sus promesas. ¡Él siempre está ahí! Pidámosle con fervor que nos rescate. Como dice el salmista: «Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podría resistir?» (Sal 129). Oremos sin cesar, porque necesitamos de Dios y Él de nosotros. Reconozcamos nuestra fragilidad personal y social, y permitamos que la Cuaresma nos traiga el consuelo de la fe. Mantengamos viva la esperanza, sabiendo que Dios perdona nuestros pecados.
Ayunemos de todo aquello que nos estorbe para querer a Dios y a nuestro prójimo.
Desconectémonos de todo aquello que nos controle y recuperemos nuestro tiempo. Practiquemos el ayuno para fortalecer el espíritu en la lucha contra el pecado. Ayunemos pensando en quienes más sufren.

La Cuaresma es una oportunidad de oro, donde lo más simple puede volverse algo increíble, como dice Oseas, donde el desierto vuelve a ser «el lugar del primer amor», elijamos ver el desierto como un terreno fértil para la Esperanza
La Cuaresma es una invitación a demostrar el amor con acciones, dando lo que somos y lo que tenemos. Compartamos lo que tengamos con alegría, sobre todo con los más vulnerables: los niños, los que nadie quiere, los que sufren discriminación. Recordemos la enseñanza del rico y Lázaro: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (Lc 16, 19-31).
Practiquemos la limosna: dando con alegría, recordando que Dios provee no solo para subsistir, sino también ser generosos con los demás.
Ayunemos, oremos y practiquemos la caridad; esta es la clave para vivir una Cuaresma en esperanza y con propósito para llegar a la Pascua renovados en el Señor.
