CONMEMORACIÓN MARÍA AUXILIADORA 24 DE OCTUBRE

La Virgen de la Consolata y Don Bosco:

El Consuelo para nuestra Misión

En ocasiones la vida “pesa”. Entre el ruido del trabajo, las preocupaciones familiares o la incertidumbre del futuro, sentimos la necesidad de alguien que nos abrace sin juzgar.

En Turín, (ciudad de Don Bosco) cuna de nuestro carisma, la historia nos recuerda que el auxilio divino se manifestó en la adversidad. Cuando el terrible cólera asiático azotó la ciudad en 1854, las autoridades no dudaron en invocar la protección de su patrona “María Santísima Consoladora” (Consolatrice). La fe sencilla nos enseña que, ante las epidemias de la vida, tenemos un refugio seguro.

Así como nosotros hoy, también Don Bosco conoció días de cansancio y lucha. En esos momentos, solía caminar hasta el Santuario de la Virgen de la Consolata, en Turín. Allí, frente a esa imagen serena de María, encontraba paz, ternura y consuelo.

La Virgen de la Consolata, patrona de Turín, es una advocación mariana que desde el siglo XI ha sido símbolo de esperanza y fortaleza en la fe. Su nombre —“la Consoladora”— nos recuerda que María no elimina el dolor, pero enseña a vivirlo desde el amor.

Todos sabemos que Don Bosco fue un hombre profundamente mariano. En sus escritos recordaba cómo la Virgen lo había guiado “en cada paso de su misión”. En la Consolata él descubrió el rostro de una Madre cercana, que le inspiró a consolar a los jóvenes abandonados de Turín.

Nos dice la Palabra de Dios: 

“Como una madre consuela a su hijo, así yo los consolaré” (Isaías 66, 13).

 “¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.!” (2 Cor 1,3-4).

María de la Consolación, nos enseña que el consuelo verdadero no es pasivo, sino transformador. Nos invita a llenar de esperanza los vacíos, a derramar el aceite del consuelo y el vino de la esperanza en las heridas del mundo.

Todos tenemos heridas que necesitan el bálsamo de María. Ella nos mira, como miró a Don Bosco, y nos dice: “No tengas miedo, hijo, sigue amando.”
El consuelo mariano no nos adormece: nos lanza a servir con alegría, a mirar la vida con ojos nuevos.

Ver a María como Madre del Consuelo nos impulsa a seguir el mandato del Señor de volcarnos en el servicio. La Auxiliadora es la que socorre al «pueblo que desea levantarse». 

🙏 Oración a la Virgen de la Consolata

Madre del Consuelo,
refugio en la tormenta y alegría en la tristeza,
haznos portadores de tu ternura.
Enséñanos, como a Don Bosco,
a consolar con obras y esperanza,
a ser vino nuevo para los corazones heridos. Amén.

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