Para tu oración personal

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

YO SE QUE TENGO UN LUGAR EN TU CORAZÓN…

“Me levanto cada día desde muy temprano para preparar el desayuno y almuerzo de mis hijos, tengo dos, un adolescente de 13 años y una pequeña de 7 años. Soy madre soltera desde hace cinco años, el padre de mis hijos decidió marcharse, ya no nos entendíamos y poco a poco nos fuimos distanciando hasta separarnos. No hemos tenido contacto con él desde hace dos años, en los cuáles, las deudas cada vez pesan más y en casa las cosas no van muy bien; me desespero y con frecuencia grito a mis hijos por no apoyarme con las cosas de la casa, intento mantener la calma, pero apenas y logro salir con los gastos y con ellos, la exigencia está siendo cada vez más alta,  siento no poder más, no sé por qué me está pasando todo esto»

¿Cómo lees esta situación desde el Corazón de Jesús?

¿Qué necesita está madre de familia para cambiar en actitudes, en la forma de ver los eventos para que su vida se transforme?  Sin duda, este proceso será más difícil si quiere hacerlo sola, sino aprende a entrar en el Corazón de Jesús y desde ahí buscar soluciones y alcanzar mayor serenidad y no dañar a otros. 

 

En este encuentro quiero darme cuenta que desde siempre, Dios ha pensado en mí, que en su Corazón tengo un lugar muy especial.

¿Quién soy para Dios? y ¿Él para mí?

Ver la vida desde el Corazón de Jesús…

En esta ocasión nos invitamos a ejercitar sólo algunos de los pasos que nos permitan entrar en ese diálogo de amor con el Señor, según nos invitaban nuestros fundadores con sabor salesiano. 

1- INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

El Espíritu Santo es, en efecto, el verdadero y perfecto Maestro de oración. Cuando El inspira con su gracia e inflama con su ardor, no hallamos ya dificultad para desahogar nuestro corazón en la presencia del Señor. Don Bosco no iniciaba su oración sin invocar el Santo Espíritu, y enseñarlo así a sus muchachos

Saborea la presencia del Espíritu Santo en ti. 

2- PRESENCIA DE DIOS

El estar en la presencia de Dios, es una de las características más fuertes de nuestro carisma nuestros fundadores en todo momento del cotidiano insistían: “Dios te ve”, “¿Qué hora es? es la hora de amar al Señor… estar en la continua tensión de permanecer en su presencia y lograr esa UNIÓN CON ÉL, es lo que permitirá luego ser “contemplativ@s en la acción”

Colocate en la Presencia del Señor, déjate mirar por Él, toma el tiempo que necesites, hazlo con el respeto y reverencia que su Presencia se merece.

3- SILENCIO: vital para nuestra oración

La postura

La postura del cuerpo induce a una determinada respuesta interior. Las tensiones del cuerpo nos provocan distracciones, mientras que el equilibrio corporal favorece el sosiego y la armonía.

Debemos evitar dos excesos: la tensión y el adormecimiento.

Por ello es importante buscar una postura justa, equilibrada, sin tensiones, que ayude a no moverse. Hay que saber sentarse bien. 

 

El Silencio

El silencio desemboca en la comunión con Dios”  Encontrar la postura justa lleva mucho tiempo: meses. Es importante dejar descansar las manos en los muslos o sobre el vientre. Que nada te interrumpa tu silencio, ni interior ni exteriormente.

La respiración

La respiración es obra del Señor. Dejemos que Dios respire en nuestro interior. Así habla Él, aunque no se le nota.

Acalla el interior desde la inspiración: respira con el diafragma y espera la Palabra que brota de dentro.

Todo se recibe en la inspiración y todo se da en la espiración: es bueno que la espiración sea total, para que no quede ningún residuo.

La distancia

Tenemos que saber distanciar nuestra conciencia o mirada interior de nosotras mismas para poder ver bien nuestra agitación interior como meras espectadoras. Así alcanzaremos el sosiego interior.

4- SABOREA

Cuando nos dejamos amar por Dios, cuando tomamos nuestro lugar en su corazón, descubrimos cuán importantes somos para Él y, nuestro caminar por el sendero de esta vida pasa a tener compañía y nuestros pasos cobran sentido. No consiste sólo en cumplir normas y cultos, es necesario tener una relación fuerte con el Señor, con la Virgen y los santos. 

Ver mi vida como un plan de Dios… ¿cómo hago eso?

Primero, me detengo a pensar un poco y a verme a mí mism@, con los ojos de Dios, hago silencio y luego me cuestiono, ¿qué estoy haciendo con mi vida?

¿Mis acciones, mi día a día, mi familia, reflejan la voluntad de Dios? ¿Cómo?

A este punto, podríamos preguntarnos ¿cómo sé que lo que hago es la voluntad de Dios en mi vida?

Cuando Dios nos creó, nos creó bien, “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó. Hombre y mujer los creó…vió Dios que todo cuanto había hecho era muy bueno…” (Gn. 1, 27.31)

La esencia de Dios es bondad y todo lo que creó, lo creó bien; nosotros somos esa creación buena, ¿eres lo que Dios pensó para tí? ¿conservas tu esencia verdadera?

En el transcurso de los años, nuestras experiencias familiares, personales, comunitarias, sociales, etc. pueden ir desvirtuando nuestra esencia; experiencias que, muchas veces pueden causar o haber causado heridas que nos hacen querer cubrir la belleza y la bondad que en esencia poseemos para evitar que nos dañen, colocamos barreras, muros, máscaras que a su vez confunden quiénes somos.

Puedo haberme acostumbrado a leer mi vida desde el dolor, desde el vacío de mis heridas y no desde el lugar especial que tengo en el corazón de Jesús.

Ver mi vida desde mi dolor, desde mis heridas, puede llevarme a desintegrarme como persona, a pisotear mi dignidad, a amarme menos o no amarme y perder el rumbo.

Ver mi vida desde el Corazón de Jesús me permite comprender que esas heridas y esas experiencias hacen parte de mi vida, más no determinan quién soy, me empuja a luchar cada día por ser y dar lo mejor de mi, acogiéndome y amándome para sanar acompañado por Jesús.

Y tú, ¿desde dónde ves tu vida?

¡Recuerda!

En cada paso de tu vida, Jesús va contigo, tienes un lugar importante en su Corazón, no dejes que las situaciones dolorosas de la vida, alejen de ti el plan que Dios pensó para que seas feliz. ¡Mira y vive tu vida desde el Corazón de Jesús!

“Más por la gracia de Dios soy lo que soy; y la gracia de Dios no ha sido estéril en mí… la gracia de Dios está conmigo” (1° Cor. 15, 10)

Concluye este momento con el Padre Nuestro orando muy despacio, saboreando cada expresión, llamando “Padre” a Dios.  Repite durante la jornada «Sagrado Corazón de Jesús en vos confío»

Une tu corazón al de Jesús con este canto

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