Domingo de Ramos
“Te quiero sólo si eres bueno, si haces las cosas bien”
Nací en un pequeño pueblo, en un ambiente familiar positivo crecí cuidado, apoyado, amado. En mi familia había muchas reglas y detrás de las reglas había un premio si eras bueno y un castigo si hacías algo que no estaba bien.
Aprendí que el “amor” era intermitente y condicionado, que se abría y cerraba dependiendo de si hacía las cosas bien o si me equivocaba. Equivocarse se convirtió en una palabra impronunciable en mi casa… “Te quiero sólo si eres bueno, si haces las cosas bien”. Era muy tímido, lleno de miedos, a veces incapaz de expresarme.
En la secundaria sufrí bullying, no iba a la escuela de buena gana, a pesar de ello trabajé mucho porque ese “te queremos si traes una buena nota a casa” era parte de mí, y cuando llegaba a casa y mamá me preguntaba «¿cómo te fue en la escuela?» la respuesta siempre fue «¡bien!» pero no iba bien. Pasan los años, me gradúo y empiezo a trabajar.
Después junto con mis amigos, todos de «buena familia», nos acercamos al alcohol abriendo las puertas a los vicios. Comenzó una historia atípica porque nunca faltaba un día al trabajo… y durante diez años vertí en mi trabajo ese “haz las cosas bien sino, no te queremos”.
Entonces comencé a poner todo mi esfuerzo en trabajar para triunfar, para no defraudar expectativas, y ser reconocido por los demás, ser aceptado y aplaudido pero para superar todos mis miedos e inseguridades siempre estaban los vicios, al principio eran como mis calmantes, que me hacían respirar, pero poco a poco me lo quitaron todo, me robaron el alma y me convertí en lo que nunca hubiera querido.
Los que al inicio estaban y reían conmigo me dejaron solo…Mi conciencia se durmió, muy rápidamente yo también me cansé del mundo… Después de diez años me encontré perdiéndolo todo… y ahí fue cuando me asusté, pero no sabía qué hacer.
A través de mi hermana conozco a un sacerdote, que me dice: «Juan, es cierto que has tomado algunas decisiones equivocadas que te han alejado de la vida, pero debes saber que también para ti existe la posibilidad de redención”. Desde ese momento, después de mucho tiempo sentí en mi corazón la esperanza de poder hacerlo y de retornar a ser yo mismo.
Y echando sus mantos sobre el borrico hicieron montar a Jesús. Según él avanzaba extendían sus mantos por el camino. Al acercarse, ya en la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, comenzó a alabar a Dios en voz alta por todos los prodigios que habían visto, diciendo: ¡Bendito el Rey que viene en nombre del Señor!
(Lc. 19, 28-40)
¿Éxito o fracaso?
Éxito y fracaso dos palabras que en el mundo de hoy son difíciles de comprender, ¿qué es lo que hace realmente a una persona exitosa según el mundo?, ¿en qué consiste un fracaso según el mundo?, ¿el éxito que el mundo te propone realmente te hace feliz?, ¿en qué haces consistir la palabra éxito para ti? y …según Cristo, un Cristo muerto en cruz, abandonado por todos ¿cómo entender el éxito o el fracaso? desde lo que predicó con la entrega de su vida.
En el domingo de ramos, vemos a tanta gente que aplaude y llama “rey” a Cristo, ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! son los mismos que luego el viernes santo dirán ¡crucifícalo!, gente que está contigo y te aplaude y cuando llegan situaciones difíciles te abandonan. Esta experiencia atañe a nuestra vida y, en tantas ocasiones nos vemos obligados a redimensionar nuestras expectativas y aprender a convivir con la ambigüedad de la realidad, con las sombras de la vida y con nuestras debilidades. Es algo que nos sucede cada vez que nuestros ideales afrontan las decepciones de la vida y nuestros planes caen en el olvido por culpa de nuestras fragilidades; cuando empezamos proyectos de bien pero no tenemos capacidad de llevarlos a cabo (cf. Rm 7,18); cuando en las actividades que nos ocupan o en nuestras relaciones experimentamos —antes o después— una derrota, un error, un revés, una caída. Esto sucede mientras vemos derrumbarse aquello en lo que creímos o con lo que nos comprometimos y también cuando nos sentimos bajo el peso de nuestro pecado y del sentimiento de culpa.
Es una tentación del enemigo, que amenaza nuestro camino espiritual y el camino de la Iglesia; nos quiere hacer creer que la derrota es definitiva, quiere paralizarnos con la amargura y la tristeza, convencernos de que no hay nada que hacer y que por tanto no merece la pena encontrar un camino para volver a empezar. Sin embargo, el Evangelio nos revela que, precisamente en las situaciones de desengaño, y de dolor, justamente cuando experimentamos atónitos la violencia del mal y la vergüenza de la culpa, cuando el río de nuestra vida se seca a causa del pecado y del fracaso, cuando nos parece que ya no nos queda nada, precisamente allí es cuando la ESPERANZA en el Señor sale a nuestro encuentro y camina con nosotros abriendo nuevas oportunidades. (Cfr. Homilía Santo Padre Francisco .Santuario Nacional de Santa Ana de Beaupré Jueves, 28 de julio de 2022)
EN MI DOMINGO DE RAMOS SEÑOR, YO TAMBIÉN QUIERO:
- Colocar la palma con el que te proclamo REY de mi vida en un lugar importante de mi casa
- Buscar y recordar 2 fotos de los mayores “éxitos” de mi vida
- Escribir en mi cuaderno algunos fracasos de mi vida
- Escuchar al Señor:
- ¿A qué llamo éxito o fracaso en mi vida? ¿ va de acuerdo con tu Evangelio?
-
- ¿Cómo trato a los que considero un fracaso?
- Te respondo escribiendo una oración creada por mí, con el tema: “mi éxito y mi fracaso…”
Repite esta frase durante el día…
Señor, ayúdame a esperar contra toda esperanza, tu pascua está cerca.