LUNES SANTO
¡Vergüenza, y juicios también para mí!
Hace años siento que perdí el amor, porque soy la hija de un hombre encarcelado, los juicios de la gente, la vergüenza y el fracaso ajeno me alcanzaron, mi madre cayó víctima de la depresión, la familia se derrumbó. Quedé yo, con mi pobre salario, para sostener el peso de todos los míos, la vergüenza de esta historia hecha trizas. La vida me obligó a convertirme en mujer sin dejarme tiempo para ser niña. A cargar la pena, los juicios, la exclusión, me he sentido en el fracaso cuando no he hecho nada. En nuestra casa, todo es muy difícil: papá no está.
El día que me casé, soñaba con tenerlo a mi lado. Es verdad, hay padres que, por amor, aprenden a esperar que los hijos maduren. Yo, por amor, tengo que esperar el regreso de papá. El sufrimiento no es sólo por mi padre, el sufrimiento constante es por todos y cada uno de los que le rodeamos ya que las miradas y juicios de los demás están a la orden del día.
Para gente como nosotros la fe y la esperanza es la fuerza, abrazar la Cruz que nos envuelve con su misericordia y me recuerda que soy amada y me impulsa a amar.
“Tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume” (Juan 12, 1-11)
Dolor - sufrimiento
Hoy nos encontramos continuamente en nuestro diario vivir con situaciones de dolor, ¿Cómo responder ante tantas cosas? El sufrimiento y el dolor siempre serán parte de la vida humana, sin embargo, es importante recordar que el dolor es un lugar de paso; no es nunca la estación final.
Cristo da la respuesta al interrogante sobre el sufrimiento y sobre el sentido del mismo, no sólo con sus enseñanzas, es decir, con la Buena Nueva, sino ante todo con su propio sufrimiento.
El Redentor ha sufrido en lugar nuestro y por cada uno. Todos tenemos participación en la redención. De aquí que estamos llamados también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Cristo ha elevado el sufrimiento humano a nivel de redención. Toda persona, en su sufrimiento, puede hacerse partícipe del sufrimiento redentor de Cristo y volver su dolor fecundo. (Cfr. Carta Apostólica Salvifici Doloris, Juan Pablo II)
¿Quién no tiene, al menos, un “frasco de perfume”?. ¿Quién no lleva algún “tesoro en su frasco de barro”? (2 Cor 4,7). Cada uno ofrece al Señor aquella parte de su vida que por alguna intención especial o por alguna necesidad le parece más conveniente ofrecerle como perfume para sus pies.
En las mujeres de hoy encontramos que la vergüenza, los sentimientos de fracaso, las envolvían, sin embargo, ellas saben dónde llevar su dolor y se postran para lavar los pies, lavar los pies es lavar el polvo del camino, es enjugar el sudor del esfuerzo, es sanar la herida de un roce o de un tropiezo, es acariciar su piel, y besarlos, es convertir todo eso en entrega declarada y en sacramento verdadero. Y quien lavó los pies, quedó lavada de su pecado y la que los besó fue abrazada por la misericordia de Dios.
Y a aquella mujer, que salió de la casa de prisa y con mucho ansiedad por el sufrimiento de su vida, ya nada le parece igual a como era antes…Hay gestos que cambian la vida para siempre y la llenan de júbilo y de redención! Y a pocos metros de la puerta, ya en la calle, se volvió mirando a la casa del banquete y sintió un enorme gozo y ESPERANZA que le llenaba el alma.
EN MI LUNES SANTO SEÑOR, YO TAMBIÉN QUIERO:
- PRESENTARTE MI DOLOR O SUFRIMIENTO postrándome ante ti (te invitamos a un momento de oración en la actitud de postración)
- UNGIR MIS MANOS y sentir la fragancia de tu presencia (ponte alguna crema o perfume en tus manos)
- ESCUCHARTE ¿Qué fragancia me ofrece tú perdón en este momento de mi vida ?
- BUSCARÉ LA FRAGANCIA DE LA PAZ Y DE TU GRACIA con el Sacramento de la Reconciliación.
Repite esta frase durante el día…
Señor, ayúdame a esperar contra toda esperanza, tu pascua está cerca.