Y con alegría inicié a crecer en una familia que era creyente, aunque siendo sincera no muy practicante, eran de los que se conformaban con una misa de vez en cuando, sin embargo,  recuerdo a mi abuelita, como oraba por todos, siempre el Rosario en sus manos, y ella cuando llegaban a dejarme a su casa para que me cuidara, me mostraba un cuadro a la Virgen de Guadalupe, y me hacía rezar un Ave María, por todos, yo amaba a mi abuelita, una santa mujer, que me consentía y quería mucho.

Luego aunque sé y conozco que la Virgen es una sola,  he ido descubriendo que hay varias advocaciones en mi vida, pues fueron cambiando conforme fui creciendo.

También María Mazzarello, vive su espiritualidad mariana -podríamos decir- en una triple advocación ella conoce a la Santísima Virgen primero como:

Virgen  Dolorosa devoción muy fuerte en el 1800, que la lleva a meditar en el gran dolor que María tuvo que vivir unida al de Cristo su Hijo para salvar a toda la humanidad, este misterio de dolor la abre a la comprensión que para configurarse con Cristo es inevitable pasar por la cruz.

La segunda advocación en su vida fue como María Inmaculada  se consagra desde su juventud, como Hija de María Inmaculada hasta el día de su muerte. En la Inmaculada descubre el “atractivo” de la pureza, de la gracia, y encontrará la inspiración para luchar contra el pecado,

Y la tercera advocación en la vida de Madre Mazzarello fue precisamente como María Auxiliadora, ahí abre los horizontes de su espiritualidad y comprende que la Auxiliadora, es el potente auxilio de Dios, Aquella que colabora con Cristo y con la Iglesia a llevar adelante la obra de salvación de la humanidad y en especial de los jóvenes. Convirtiéndose en la primera piedra fundamental del Instituto de las  Hijas de María Auxiliadora su monumento vivo a la Virgen.